martes, 21 de abril de 2009

Inmersiones, parpadeos…y un escenario.



Cuando percibo con mayor fuerza la sensación de estar viva es (¿paradójicamente?) cuando puedo prescindir de la inmediata necesidad para reafirmar mi identidad. Cuando me sumerjo en una investigación, por ejemplo, ahogo la idea de tener ser alguien; la reemplazo por otro tipo de represión: el acto mismo de percibir.

Hay inmersiones a las que me aproximo como por inercia…hacia el centro. Después de un tiempo, llego a sentir que el centro está en todas partes y creo encarnar todo lo que percibo.

Otras veces, la inmersión se traduce en un hundimiento casi morboso. Esta vez lo que percibo se comporta como la azarosa astilla en el ojo (sin la cual no puedo gozar de la fugaz revelación, aquella que me asalta en el entreacto del parpadeo).

En mi última inmersión vivencié un poco de ambas.

Se trataba de una publicación de Jonathan Katz que no había leído antes. El texto se titula: Jasper Johns: ¿Ventrílocuo de sí mismo?

Una concisa pero sugestiva referencia a Katz en una de mis clases, bastaron para que anotara su nombre en mi agenda. Poco faltó para que no me pudiera despegar de sus ensayos publicados en Internet. Katz es un especialista en la “movida artística” del periodo de la guerra fría. Investiga las correspondencias entre la historia del arte y la historia de la homosexualidad. Los escritos de Katz me han fascinado por su capacidad para escribir “teóricamente” desde lo que se conoce (¿vulgarmente?) como ¨la subcultura¨. Katz explora el “detrás de cámaras” de figuras como la de John Cage, Rauschenberg y Jasper Johns, personajes homosexuales que llegaron a dominar el esqueleto del arte en un escenario atiborrado de gringos homofóbicos, el escenario de la guerra fría. Sus textos ofrecen otro acercamiento a la obra de Jasper Johns,  un acercamiento a las limitaciones, introspecciones, y represiones, características de la articulación de la identidad desde la homosexualidad.

Dejo acá un link para los que también quieran sumergirse: http://www.queerculturalcenter.org/Pages/KatzPages/KatzIntro.html

Este texto que no había leído antes, relataba la experiencia de Katz al tener la oportunidad de acompañar a Kirk Varnedoe en todo el proceso logístico-curatorial (¿pretencioso-reduccionista?) de la retrospectiva de Johns en el MoMA a finales del 96. Este texto, que más bien se entiende como anécdota, transformó la percepción que, hasta el momento, había construido sobre la obra de Johns.

Johns, para mí, era el pintor de banderas y tiros al blanco. Vagamente recordaba haber visto una obra suya en algún libro de pop-art, y a grandes rasgos, podía intuir una intención por trabajar a partir de los estándares de nuestra memoria colectiva. Y hasta ahí.

Llegué a adentrarme mucho más en su obra a través de una clase cuyo enfoque era, precisamente, la exploración de la historia a través de UN SOLO artista…a través de Jasper Johns. Y entonces nos embarcamos en un sondeo cronológico de sus obras, mientras yo comenzaba a ver cosas que no pasaban por mi mente, o más bien, a verle nuevas cosas a lo previamente visto. He sido espectadora de una obra extensa, estratégica, secuencial y autorreflexiva, que asume modos de operar que “juegan” con las nociones de percepción y de representación a través de “lo literal”. Su hacer y su re-hacer (más que su decir), se posiciona entre la prevalencia del expresionismo abstracto (y machista) de su tiempo. Inmerso en este entorno, Johns se atreve a configurar su propio y distintivo lenguaje, un lenguaje deliberadamente opuesto al de la tradición establecida, pero articulado, justamente, jugando bajo las mismas reglas de ese “medio artístico-institucional”. Entre más estudiamos la obra de este artista en clase, más analogías encuentro entre su lenguaje y la estructura del lenguaje poético.

Y entonces se me viene a la mente un poema de Jorge Boccanera titulado “Alejandra Pizarnik abre su cuaderno de apuntes”:

 

A Jorge Arturo

 



El hombre que saca la cabeza del agua,


                     es un pez y se asfixia.


El pez que mete la cabeza en el agua,


                     es un hombre y se ahoga.



El poeta escribe en la línea del agua,


                     y se asfixia,


                     y se ahoga.

 

Encáustica, litografías, esculturas en bronce, en sculp metal, moldes…bombillos, linternas, periscopios, buzos… números, ganchos de ropa, comics, cucharas, posillos, tenedores, nombres, colores…grises, piel, calaveras, citaciones, poemas, encubrimientos, revelaciones… El lenguaje de Johns articula un código propio, pero, ¿un código para qué? Johns parece asfixiarse y ahogarse simultáneamente a través de  su perseverante modo de operar, pero, ¿qué es lo que lo reprime? y ¿cuál es la naturaleza de aquello que es reprimido?

Apenas terminé el texto de Katz, no sólo me sumergí más en estas preguntas, sino que también terminé poniendo en duda el sentido de la historia. En pocas palabras, la anécdota contaba que en el proceso de inventariar las obras de la retrospectiva, Katz había notado una ficha de otro rompecabezas: un lienzo de 40 por 40 cm, completamente en blanco, que se encontraba en el mismo compilado de las litografías de comienzos de los 60’s (incluyendo la obra Skin with O’Hara Poem). En últimas, el relato termina en que, aparentemente, todo parece señalar que la presencia de aquel lienzo, más que un error de clasificación y de selección, corresponde a lo que, especulando, podríamos denominar (y de paso, cosificar) como, la más reciente etapa de Johns. Lo que Katz encontró fue que detrás de este lienzo, en apariencia vacío, sobresalía sutilmente una especie de parche pequeño, hecho del mismo material del lienzo. A continuación, cito el texto que supuestamente está escondido bajo este parche de lienzo:

 

The

      real makes a noise

 

steadily,

persistent between the temples.

 

It deafens.

 

Just a coffee

that interprets the nocturnal saliva

can reduce it

to an assimilable scale.

 

Then

its confusion overlaps

mine,

 

And I can hear to whom theorizes

about reality.

 

Just that I

  

               is other.

 

 

¿Y por qué no traducirlo?:

 

 

Lo

    real hace un ruido

 

continúo,

entre las sienes.

 

Ensordece.

 

Tan sólo

un café que interpreta la saliva nocturna

lo reduce a escala asimilable.

 

Entonces

su confusión coincide

con la mía

 

Y puedo oír a quien teoriza

sobre la realidad.

 

Sólo que yo

 

                es otro.

 

 

En clase ya habíamos explorado la idea de que Johns comenzó a trabajar con un cuaderno de notas y de bocetos varios. Si el texto provino de uno de esto cuadernos o no, es probablemente un enigma que quizás no se resolverá hasta que Johns lo decida, o no. Por lo que nos concierne, en el texto de Katz ni siquiera se tiene la plena seguridad de que aquel “espécimen”, por llamarlo de alguna manera, proviene de Jasper Johns.

Pero permitámonos, al menos hipotéticamente, asumir que sí…

¿Qué hay en esta anécdota que modifica mi manera de asimilar la obra de Johns?

Quien expone lo contradictorio se siente contradictorio en sí mismo (sobretodo al cuestionar la/su identidad desde sí mismo). En este orden de ideas, la contradicción involucra una tendencia al extremismo. Tal extremismo se manifiesta en la búsqueda de un nuevo punto de partida: el lugar del lenguaje en que éste no admite imágenes.  

Ya por 1954, a los 24 años, Johns decidió destruir virtualmente toda su obra (anterior a las banderas). ´El dice que fue “un intento por destruir una idea sobre mí mismo”. Pareciera ser que desde “el closet”, el sentimiento de culpa proviene de tener un nombre, una identidad (la cual inevitablemente está destinada a la generalización de la palabra “gay”). Así, la represión viene de la conciencia de que su única posibilidad de identidad es el camuflaje.

 

ventrílocuo, cua.

(Del lat. ventrilŏquus).

 

1. adj. Dicho de una persona: Que tiene el arte de modificar o camuflar su voz de manera que parezca venir de lejos, y que imita las de otras personas o diversos sonidos.

 

Así que esto se trata de una obra en que el ventrílocuo se ve obligado a actuar en un escenario diferente al de su marioneta. Johns es conciente ante esta fachada ambivalente que le es asignada, o mas bien, imposibilitada… mientras el resto de la sociedad heterosexual sí puede gozar de la libertad (y comodidad) de mostrarse y de ocultarse tras su marioneta. Aquella sociedad que no le permitió comprobar por sí mismo si la expresión era una suerte o una condena, y lo calló a la fuerza.

Y procede, entonces, a camuflar su proceso de camuflaje. Opta por construir su propias marionetas… así, en plural. Y las construye bajo sus propios códigos y parámetros, para que pasen desapercibidas ante aquellos que cosifican y reducen con la mirada; los que se limitan a tematizar, a teorizar, y por tanto, no se atreven a mirar.

Así como Nietzsche deliberadamente codifica su lenguaje para restringir a los “inoportunos” el acceso a sus ideas, Johns le da a esa “sociedad inoportuna” un poco (o más bien, gran cantidad) de su “propia medicina”. Y en todo este teatro de marionetas y camaleones, tan sólo Johns y unos cuantos otros, son los que comparten el auténtico chiste interno.

Ante la idea de que “quien tiene poder, habla y es visto”, y que “quien no tiene poder, se vuelve invisible”, Johns construyó una manera de “hablar y ser visto”, tanto desde el “poder” como desde el “no poder”. Johns parece manejar el arte del parpadeo: de lo que al revelarse, se oculta, o de lo que se revela ocultándose. Y es que Johns tuvo que idearse la forma para moverse desde el no-poder que le enterraba la astilla en el ojo. Sin embargo, este artista no solamente tuvo la conciencia para reconocer por qué el horizonte de clarividencia se encontraba en otra parte, sino que, a su vez, logró ver a través del parpadeo, la inmersión dolorosa, pero reveladora, que la represión también conlleva. Reveladora en cuanto le sirvió como punto de partida para construir un lenguaje que comparten todos los que gozan de esa perseverante astilla en el ojo.

 

Tengo entendido que se comprende por historia, el “modo de devenir” del ser humano. Entonces, ¿cuál es el sentido de esta historia ventrílocua de sí misma, a la que llamamos “nuestra”? No puedo pensar en una respuesta que se refiera a otra cosa que no sea la trivial reafirmación del egocentrismo humano. Porque, como planteaba Kant, “no es posible rechazar una cierta malevolencia cuando se ve lo que hacen y dejan de hacer en el gran escenario del mundo; y aunque pueda encontrarse aquí y allá una apariencia de sabiduría individualmente, todo lo que se encuentra, en definitiva, está tejido de un conjunto de estupidez, vanidad pueril, a menudo incluso pueril maldad y afán destructivo: sin que al final se sepa qué concepto hay que formarse de nuestra especie, tan convencida de sus excelencias”.

Y yo sigo citando: “porque la historia no es ni el reflejo de una voluntad divina, ni el resultado de una lucha de clases predeterminada por la lógica de la economía, sino el resultado de una lucha que emprenden los seres humanos entre sí, en nombre de las imágenes que se forman respectivamente de ellos mismos, y a las cuales, realizándolas, tratan de adecuarse”

 

Yo quiero creer que esta obra del relato de Katz es el auténtico reflejo de una obra que no quiere figurar, una obra que bien pudo permanecer completamente ajena a la historia.

La impotencia está en que ese “querer creer” es, en últimas, egocéntrico en sí mismo también.

Yo quiero creer…pero esta astilla me entorpece, y ya no logro ver nada entre cada parpadeo.

lunes, 20 de abril de 2009

martes, 9 de octubre de 2007